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19.1.08

 



















18-01-2008 / Revista de prensa


Paco Nadie sitúa al espectador al borde del abismo


El artista gijonés inaugura «Horizonte de sucesos» en el Centro de Cultura Antiguo Instituto


Publicado en La Nueva España, Gijón.
J. C. GEA


En la descripción que la física moderna hace del universo, un «horizonte de sucesos» es aquella superficie a partir de la cual la velocidad de escape de la materia que gravita hacia el interior de una estrella, en su fase final de colapso, alcanza la velocidad de la luz. O, dicho de otro modo, el límite a partir del cual se forma un agujero negro y ninguna información, ni siquiera la propia luz, puede llegar a ojos de un observador externo porque está siendo engullida por la masiva gravedad del agujero. Es justamente ahí, en ese límite imposible de la observación de un suceso, donde quiere colocar al espectador el artista gijonés Paco Nadie. Al borde de un lugar que, en cierto modo, ha sustituido el tradicional concepto de la nada justamente con su contrario: un punto tan denso de materia que no hay nada que escape de su atracción. «Horizonte de sucesos», la muestra que ayer inauguró en la sala 1 del Centro de Cultura Antiguo Instituto, se apropia de los conceptos y las metáforas de la física para reformular en términos contemporáneos la vieja cuestión de la atracción del abismo. El proyecto ha salido adelante con la subvención de la Junta de Extremadura, en su capítulo de ayudas a la creación «Francisco Zurbarán», y de la Fundación Municipal de Cultura gijonesa.

«Quería jugar con el espectador, privilegiándolo con la aparente observación de algo que es imposible», comenta Paco Nadie ante la combinación de imágenes infográficas, cajas de luz y videoproyección que integran «Horizonte de sucesos». Pero su pretensión de fondo, independientemente de las mediaciones escogidas, es de estirpe romántica y concentra desarrollos que han atravesado los últimos dos siglos, desde el nihilismo hasta el existencialismo y la literatura del absurdo: «Sólo una nueva manera», según afirma su autor, «de hablar del abismo, de plantear las preguntas que uno se plantea ante él y el sentimiento profundo de absurdo que provoca».

Para ello, Paco Nadie ha trabajado, por una parte, con herramientas infográficas de modelado en 3D que después ha plasmado en un papel especial, en busca de «una textura de fotografía en blanco y negro» que consiga transmitir «de manera muy orgánica» una representación de lo irrepresentable, si no es mediante descripciones matemáticas o gráficos. «Aunque me he documentado con algún material científico, no he buscado representaciones científicas de un agujero negro, sino que he intentado transmitir los aspectos más estéticos y plásticos del concepto de agujero negro», comenta.

Y, en efecto, tanto las falsas fotografías como las cuatro cajas de luz de la instalación y la pieza de vídeo, de unos diez minutos, que se complementan entre sí en «Horizonte de sucesos» consiguen materializar de una manera al mismo tiempo misteriosa, sensual y en apariencia verosímil la noción de esas regiones del espacio-tiempo donde la realidad, tal como la conocemos y la describe la ciencia, se altera y se convierte en algo ajeno a toda descripción. Pero, al mismo tiempo, sugiere otras acepciones igualmente atávicas del «agujero negro», desde las mitologías cosmogónicas hasta la visión del cuerpo humano y la sexualidad como abismos.

Y todo ello, con una visión de los agujeros negros y de lo que éstos simbolizan, que, según el crítico Domingo Hernández Sánchez, «los virtualiza, los representa más perfectos de lo que son», con un «respeto» extremo «por algo que sólo ha sido símbolo, sólo metáfora, presentándolo en su plenitud más ideal».

Música en directo

La inauguración de «Horizonte de sucesos» contó, además, con una actuación en directo del grupo de música experimental «Las Larvas», que integran Antanxa Hernández (violonchelo), Fernando Oyágüez («thelemin», violín, «loops», «samples»), Jesús García Coronado (bases, «samples») y el propio Paco Nadie (bases, guitarra, «samples», armonio). Su actuación buscó -merece la pena transcribirlo- «envolver al público en una crisálida kafkiana de ambientes líricos espesos, con los gritos lejanos del subconsciente colectivo intentando hacerlos entrar en un trance hipnótico audiovisual que los saque por unos instantes (unos 45 minutos) del aburrimiento contemporáneo, el ruido de fondo y la sobreinformación». Una banda sonora perfecta que sí consiguió escapar del «horizonte de sucesos» para impactar a los numerosos asistentes al acto.

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